¿Por qué decimos “toco madera” para evitar la mala suerte?

¿Por qué decimos “toco madera” para evitar la mala suerte?

Una de las frases que más se repiten en el imaginario colectivo es la de “toco madera” con el objetivo de ‘evitar’ el mal designio o mala suerte. Sin embargo, ¿te has preguntado de donde viene esta curiosa costumbre?

Tocar madera es una expresión popular que se usa para evitar “gafear” algo bueno, como si al mencionarlo en voz alta estuviéramos tentando a la mala suerte. La acción de tocar madera sirve, entonces, como un ritual preventivo para alejar cualquier infortunio.

Esta creencia tiene raíces muy antiguas, y existen varias teorías sobre su origen: en primer lugar, en las culturas antiguas como en los celtas, se creía que los árboles estaban habitados por espíritus o deidades, por lo que tocar madera de un árbol era una forma de comunicarse con estos seres protectores o pedirles ayuda.

Asimismo, en la Antigua Grecia y Roma, se pensaba que los dioses vivían en los árboles, por lo que el gesto de tocar madera se asociaba con la idea de invocar la protección de la divinidad o bien, de agradecer su intervención divina.

Durante el cristianismo primitivo, la tradición también se vinculó con la cruz de madera en la que murió Jesús, y se consideraba que tocar madera evocaba a un poder superior, o bien, como símbolo de protección.

Aunque hoy en día muchas personas no creen literalmente en espíritus de árboles ni en supersticiones, el gesto de tocar madera ha sobrevivido como una costumbre cultural. Forma parte del lenguaje cotidiano y tiene un valor simbólico: expresa el deseo de que algo bueno continúe o que algo malo no ocurra.

Incluso en otros idiomas existe una versión similar. En inglés, por ejemplo, se dice “knock on wood”, con el mismo sentido de ahuyentar la mala suerte.

Para algunos expertos, este tipo de rituales cumplen una función psicológica: ayudan a las personas a sentir que tienen cierto control frente a lo incierto. En un mundo impredecible, estos pequeños gestos ofrecen una sensación de seguridad, aunque sea simbólica.



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