Consumir regularmente manzanas y plátanos podría ser una fórmula sencilla para reducir significativamente el riesgo de muerte prematura, según una investigación realizada por científicos del Hospital Yangtze en Jinzhou, China. El estudio, publicado en la revista *Frontiers in Nutrition*, analizó los hábitos alimenticios de 2,184 personas con hipertensión a lo largo de una década, arrojando resultados contundentes sobre los beneficios de estas frutas.
Los participantes que incluyeron tres o cuatro manzanas en su dieta semanal presentaron un 39% menos de probabilidades de morir en comparación con quienes las consumían menos de una vez al mes o no las comían en absoluto. Asimismo, aquellos que comieron plátanos entre tres y seis veces por semana redujeron su riesgo de muerte prematura en casi un 30%.
El estudio reveló que la combinación de ambas frutas potencia sus efectos positivos: consumirlas regularmente disminuyó el riesgo de muerte en casi un 50%.
Propiedades nutricionales clave
- **Plátanos**: Son una fuente rica en vitaminas C y B2, potasio y magnesio, nutrientes esenciales para combatir la hipertensión y el envejecimiento celular. Además, sus antioxidantes reducen el estrés oxidativo, un factor clave en el deterioro celular.
- **Manzanas**: Destacan por su alto contenido de fibra y fitoquímicos, compuestos que previenen enfermedades crónicas. Una manzana mediana aporta 4.4 gramos de fibra, esencial para la salud intestinal. Las variedades con piel oscura, como las *red delicious*, contienen niveles elevados de antioxidantes que pueden ayudar a prevenir diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Los resultados de este estudio refuerzan las sugerencias de la Asociación Americana del Corazón, que recomienda consumir de cuatro a cinco porciones diarias de frutas y verduras. Incorporar manzanas y plátanos a la dieta no solo mejora la calidad de vida, sino que también contribuye a la prevención de enfermedades crónicas y al fortalecimiento de la salud cardiovascular.
Estos hallazgos demuestran que pequeños cambios en los hábitos alimenticios pueden tener un impacto significativo en la longevidad, destacando el papel fundamental de la nutrición en la prevención de enfermedades y el bienestar general.