Miles de fieles en México han iniciado las tradicionales peregrinaciones hacia la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, un acto de devoción que culminará con las tradicionales mañanitas este 12 de diciembre. La celebración, profundamente arraigada en la cultura mexicana, reúne a personas de todas las regiones del país, quienes acuden a agradecer milagros y presentar ofrendas como flores, veladoras y trajes típicos.
El fervor por la Virgen de Guadalupe no se limita al territorio mexicano. En Filipinas, nación que comparte vínculos históricos y religiosos con México debido a la colonización española, la Virgen de Guadalupe también es profundamente venerada.
La tradición guadalupana en Filipinas se remonta a siglos atrás. Según investigadores, la primera imagen de la Virgen pudo haber llegado al país asiático gracias a Andrés de Urdaneta y el capitán Arellano, ambos devotos de la Guadalupana.
De acuerdo con relatos locales, en 1902, durante una plaga que azotaba la ciudad de Cebú, se organizó una procesión en honor a la Virgen de Guadalupe. Sorprendentemente, la plaga desapareció el mismo día, fortaleciendo la fe en su intercesión divina. En 2002, el Papa Benedicto XVI coronó a la Virgen como patrona de Cebú, consolidando su importancia en el ámbito religioso filipino.
La influencia mexicana en Filipinas es evidente no solo en la religión, sino también en la cultura, desde apellidos hasta tradiciones compartidas. El sociólogo Anthony Christian Ocampo señala que la conexión entre ambos países va más allá de la geografía, destacando similitudes culturales que han desdibujado las categorías tradicionales de identidad.
Cada 12 de diciembre, Filipinas celebra misas y procesiones en honor a la Virgen, una muestra de la herencia religiosa que une a estas dos naciones.
La celebración de la Virgen de Guadalupe, ya sea en México o en Filipinas, evidencia el poder de la fe para conectar culturas y comunidades. Mientras miles recorren largas distancias hasta la Basílica del Tepeyac, otros cruzan océanos simbólicos con su devoción, demostrando que la figura de la “Morenita del Tepeyac” trasciende fronteras, uniendo corazones en torno a una tradición compartida.