Los chilaquiles, con su mezcla de totopos crujientes, salsa y acompañamientos diversos, son uno de los desayunos más representativos y queridos de la cocina mexicana. Ya sea verdes o rojos, con pollo o huevo, el platillo ha conquistado mesas en todo el país y en el extranjero. Sin embargo, una pregunta frecuente persiste: ¿son realmente una opción saludable?
La respuesta no es absoluta. Depende principalmente de cómo se preparen y con qué se acompañen. La versión tradicional incluye tortillas de maíz fritas, bañadas en salsa y servidas con queso, crema, cebolla y proteínas como pollo o huevo. Aunque esto puede ofrecer un desayuno energético y completo, el alto contenido en grasas y calorías puede representar un riesgo si se consume en exceso.
Desde el punto de vista nutricional, las tortillas de maíz aportan fibra y minerales, mientras que las salsas caseras hechas con jitomate, chile, ajo y cebolla contienen vitaminas y antioxidantes. La inclusión de proteínas saludables mejora aún más su valor nutricional.
El problema surge cuando las tortillas son fritas en grandes cantidades de aceite o cuando se abusa de ingredientes como la crema, el queso o incluso el chorizo. Estas versiones pueden elevar el contenido de grasas saturadas, sodio y calorías, alejando al platillo de una dieta saludable.
La clave, según especialistas en nutrición, está en la moderación y en optar por preparaciones más ligeras. Hornear las tortillas en lugar de freírlas, usar salsas caseras con poca sal, y añadir ingredientes frescos como aguacate o vegetales son formas efectivas de disfrutar de los chilaquiles sin sacrificar la salud.
En resumen, los chilaquiles no son un “alimento malo”, pero requieren atención en su preparación y consumo. Con pequeños ajustes, este platillo tradicional puede seguir ocupando un lugar privilegiado en el desayuno, sin comprometer el bienestar.