Las papas fritas son uno de los alimentos más queridos en el mundo, pero su consumo habitual podría representar un riesgo significativo para la salud, según advierten especialistas y organismos internacionales. Aunque crujientes, sabrosas y fáciles de preparar, su perfil nutricional deja mucho que desear.
De acuerdo con el sitio especializado ClikiSalud, las papas fritas contienen altos niveles de acrilamida, una sustancia química potencialmente cancerígena que se forma cuando ciertos alimentos se cocinan a temperaturas superiores a los 120 grados centígrados. Este compuesto ha sido identificado como una preocupación de salud pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la FAO.
Además de la acrilamida, las papas fritas suelen ser altas en calorías, grasas y sodio, especialmente aquellas preparadas en aceite reutilizado o de baja calidad, como ocurre frecuentemente en algunos establecimientos de comida rápida. También pueden contener grasas trans, relacionadas con un mayor riesgo cardiovascular.
Otro aspecto preocupante es su índice glucémico elevado, lo cual las hace poco recomendables para personas con diabetes o resistencia a la insulina, ya que elevan rápidamente los niveles de azúcar en sangre.
¿Hay forma de comerlas sin tanto riesgo?
Expertos recomiendan algunas alternativas para hacerlas más saludables:
• Hornearlas en lugar de freírlas, utilizando poco aceite o aerosol vegetal.
• Usar freidoras de aire, que ofrecen una textura crujiente similar con mucho menos aceite.
• Prepararlas en casa, controlando ingredientes como la sal y el tipo de aceite.
• Probar otros vegetales, como camote, zanahoria o yuca, que pueden ofrecer versiones más nutritivas.
En resumen, las papas fritas no tienen que desaparecer del menú, pero sí deben consumirse con moderación y dentro de una dieta equilibrada, acompañada de ejercicio físico regular. Como muchos placeres de la vida, el secreto está en no abusar.