El campo mexicano, históricamente reconocido por su agrobiodiversidad, enfrenta una serie de amenazas que ponen en riesgo su riqueza natural y cultural. Desde el uso de semillas híbridas y monocultivos hasta los efectos del cambio climático, los retos para los pequeños agricultores y la producción sostenible son cada vez más complejos, explicó Elena Lazos Chavero, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Lazos Chavero destacó que factores como el uso excesivo de herbicidas, la erosión del suelo y la falta de políticas públicas integrales están transformando el paisaje agrícola mexicano. Estas prácticas han contribuido a la reducción de la variabilidad de cultivos como el maíz, del cual México es centro de origen. Actualmente, solo unas cuantas de las 59 razas nativas tienen presencia en el mercado.
“Se privilegian algunos productos con fines comerciales, como el maíz para tortillas gourmet, pero es vital fomentar el autoconsumo para apoyar tanto a pequeños productores como a consumidores nacionales”, enfatizó.
El jitomate y la manzana también ilustran esta problemática. En el caso del jitomate, el tipo "saladet" domina los mercados, mientras que variedades tradicionales, como el "bola", han desaparecido. Por otro lado, las manzanas locales compiten con las importadas de Chile y Estados Unidos, a pesar de la calidad y sabor de las frutas nacionales.
La investigadora también subrayó que el uso de agroquímicos ha eliminado plantas silvestres apreciadas en la gastronomía mexicana, como los quelites, reduciendo aún más la riqueza del campo.
A las crisis estructurales del campo se suma el cambio climático, que provoca sequías más intensas, lluvias irregulares y fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes. Este año, por ejemplo, la canícula, que solía ocurrir en agosto, se adelantó a junio y julio, afectando severamente las cosechas.
“El cambio climático está volviendo cada vez más vulnerables a los pequeños y medianos agricultores, quienes no solo pierden sus cultivos, sino también la inversión y, en algunos casos, hasta la tierra”, advirtió Lazos Chavero.
La investigadora ha trabajado en proyectos comunitarios, como economías solidarias, que buscan fomentar mercados justos para los agricultores y promover el consumo de productos nacionales en las ciudades. También destacó la importancia de continuar con el almacenamiento de semillas para preservar la riqueza genética de los cultivos, una práctica que numerosas familias campesinas llevan a cabo de manera independiente.
Sin embargo, Lazos Chavero subrayó que estas iniciativas requieren mayor apoyo gubernamental. “Es necesario diseñar políticas públicas que integren aspectos sociales, ambientales y económicos para proteger la agrobiodiversidad y garantizar la sostenibilidad del campo mexicano”, concluyó.
La especialista llamó a los consumidores a reflexionar sobre sus hábitos de compra y optar por productos agrícolas nacionales. Solo así será posible preservar la riqueza y diversidad del campo mexicano, un patrimonio vital para la seguridad alimentaria y el bienestar del país.